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Philosophy of Culture

La nueva paideia del cuerpo

Arturo Rico Bovio
Universidad Autónoma de Chihuahua
arico@uachih.uachnet.mx

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ABSTRACT: El autor parte del significado griego de la Paideia. Responsabiliza al individualismo por la falta de un modelo que guíe la dinámica educativa de nuestra Cultura en un Mundo de información que se globaliza. Plantea la urgencia de poner las bases para una nueva Paideia, que forme a las generaciones del milenio que se avecina. Propone sus condiciones: carácter filosófico, aplicación de una base común universalizable, interés por la ciencia, respeto por la diversidad, apuesta por la formación integral humana. En esta línea de búsqueda, se sugiere el rescate de la categoría de 'cuerpo,' previa superación de la errónea identificación del término con nuestras propiedades fisicas visibles. Se invita a emplearia referida holisticamente a la totalidad de los aspectos humanos. Para implementar la noción de 'cuerpo,' se acuñan las categorias de 'valencias' y 'coordenadas' corporales. Las primeras son las necesidades y capacidades naturales biofisicas, sociales y personales; las últimas apuntan los aspectos sincrónicos y diacrónicos que constituyen al cuerpo total. El cuerpo podría ser la base antropológico-axiológica para la nueva Paideia. Algunos de sus lineamientos serían: conocer el cuerpo-que-somos, recorporalizar la Cultura, la alteridad corporal como principio integrador, el imperativo corporal de la hominización, la base corporal del ecodesarrollo y la democracia cultural desde el cuerpo.

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1. La Paideia, ayer y hoy.-

Toda alusión a la Paideia remite a los griegos. Nos remonta a la cultura tal y como ellos la concibieron: "la formación de un alto tipo de hombre", según expresión luminosa de Jaeger en su obra esclarecedora del espíritu helénico. La conjunción de ideales y tradiciones, interpretados por la sagacidad de los filósofos, marcó el estilo dinámico y ejemplar de esa paideia clásica, notable por su inclinación humanística.

Aunque rara vez con el énfasis de los griegos, cada época y cada grupo humano buscan un modelo humano a perseguir. Así se facilita el tránsito generacional de la cultura. Sólo que a menudo se olvida apuntar a la forja de un varón y una mujer completos, la noción de ir en pos de la excelencia, que tanto obsesionó a los más notables pensadores de la polis.

Una educación que no plantea con claridad al sujeto que deberá obtener al término de su proceso, es una dinámica contradictoria, sin criterio de selección, sin alma. La cultura occidental ha derivado precisamente por esta senda equívoca. A resultas de una ideología individualista predominante, la formación de cada nuevo miembro de la especie dejó de ser tarea colectiva para delegarse en la decisión de sus padres. Huelga decir que a tal desentendimiento público, lo acompañó el gradual deterioro de la preocupación privada por impulsar algún prototipo del desarrollo humano integral.

Cosas de la laicización de la cultura moderna, podríase decir. No sólo el Estado abandonó su función histórica educativa y dejó de orientar la vida de sus miembros; también las iglesias vieron truncada su aspiración de guiar a los grandes conglomerados sociales. Si siguiéramos el derrotero de los acontecimientos desde la Reforma hasta nuestros días, comprenderíamos cómo y por qué se dio la caída occidental del monopolio de las consciencias. Por su parte, la ciencia moderna ganó una importante batalla contra el fanatismo, pero no fue capaz de generar la instancia que viniera a conducir los grandes procesos educativos de la sociedad contemporánea.

Hoy la situación se agrava. La globalización, con su raíz hundida en una economía que se internacionaliza, asciende a construir un sólo ramaje de la comunicación y la información mundiales, que irá cerrando su trama total inexorable e irreversiblemente. La "aldea global" emergente, según la designación macluhiana, presenta a la Humanidad actual un panorama inédito y de incierto futuro. Todo hace pensar que deberemos encararlo con categorías distintas a las en uso, que permitan encontrar un denominador común para la diversidad de culturas. En resumen: se impone la búsqueda de una nueva Paideia.

En efecto; ¿cómo, si no, asumir el encuentro de la multiplicidad de credos y costumbres de los diferentes grupos humanos? ¿estaremos apunto de sufrir una terrible selección cultural, de donde saldrá victoriosa la ideología tecnológicamente más bien armada? Si queremos evitarla, ¿de qué manera podríamos salvar la diversidad dentro de un marco de tolerancia y respeto?

La tecnología digital no tardará en poner frente a frente la pluralidad de doctrinas existentes en el Mundo. Los ciberespacios difícilmente permitirán la uniformización del pensamiento que anhela el sistema liberal. Es más factible imaginar en las primicias del próximo milenio un gigantesco menú de opciones creenciales. Entonces hará falta adquirir los criterios valorativos para moverse con libertad y sana crítica entre ellas, en lugar de refugiarse en los extremos del escepticismo o de la fanatización.

De las notas anteriores se desprenden algunas exigencias mínimas que debería satisfacer una Paideia ad hoc para el siglo XXI:

a) Deberá retomar el carácter filosófico que asumió entre los griegos. Sólo un filosofar encarnado en la educación formal e informal de los seres humanos, desde su más temprana edad, permitirá afrontar con lucidez y racionalidad las disyuntivas creenciales.

b) Buscará un axis, una puesta en común que sirva de puente entre credos distintos, cimentado en un trípode mínimo de propuestas sobre el varón y la mujer, la realidad envolvente y los valores.

c) Tomará en consideración las conclusiones de las ciencias, sin dejar de reconocer sus limitaciones, para servirse de ellas en el conocimiento de la especie humana, de su entorno y de las consecuencias de sus actos.

d) Favorecerá el diálogo respetuoso de la diversidad, dentro del marco de convicción de que la verdad no puede ser patrimonio de un solo credo, sino meta común a la que todos buscan aproximarse.

e) Perseguirá un tipo de formación integral que permita el crecimiento más completo posible de la totalidad de los seres humanos.

f) Estará dispuesta a revisar permanentemente sus postulados a fin de mejorarlos.

g) Pugnará por generar las condiciones físicas, sociales y psíquicas para que los principios apuntados se actualicen.

h) Fomentará la unidad del género humano, sin menoscabo de su multiversidad personal.

Este bosquejo de las condiciones necesarias para la fundación de una nueva Paideia, coincide en lo fundamental con el Humanismo, aposentado en los espacios de la postmodernidad. Para adecuarlo a nuestro tiempo, procede buscar categorías filosóficas que le sirvan como sistema de transición.

2. El rescate del cuerpo.-

Una idea ajustada acerca de lo que somos, sería el hilo de Ariadna para salir de la confusión generada por la cultura de nuestra época, laberinto de las ideologías. Deberá instituir una ruptura en la continuidad teórica, a fin de rescatar sus elementos válidos, sin hacer concesiones a categorías dudosas ni ubicarse a espaldas de las ciencias. Para tal fin propondré términos poco o nada usados por la Filosofía, mas presentes en la totalidad de las lenguas y de las culturas. Será menester adecuarlos con ciertos ajustes semánticos.

Es el caso del concepto de "cuerpo". En su acepción más común, identificado con la parte física humana, nos acompaña desde tiempo inmemorial y difícilmente encontraremos un pueblo que no cuente con una palabra para señalarlo. Los griegos lo denominaron para referirse, en la tradición órfico-pitagórica, a la tumba o cárcel del alma, la . Con algunas precisiones añadidas por la Física Moderna, tal sigue siendo el sentido que le atribuimos en nuestra cultura. Pero sucede que ese uso ya no resiste a los avances actuales de la ciencia. Si queremos salvar el término necesitamos enriquecer su significado.

La separación entre lo material y lo inmaterial, presupuesto que subyace a la idea del cuerpo-objeto, no tiene más soporte que la coordenada corporal de la visibilidad. Son la vista y en menor medida el tacto, los sistemas sensoriales que crearon la línea divisoria entre ambos presuntos reinos substanciales. La Teoría de la Relatividad y la Teoría Cuántica corroboran la imposibilidad de establecer claras fronteras. ¿Quizá no las hay y todo es un solo continuum, que es aprehendido parcialmente y de manera diversa por cada uno de nuestros órganos de los sentidos?

Sugiero una interpretación holística del cuerpo, para incluir en él la totalidad de nuestros aspectos físicos, biológicos, sociales y psíquicos, conformando un sistema único de interacciones con su exterioridad. Tal concepto es más congruente con los resultados de las investigaciones científicas recientes. En lugar de caer en las tentaciones del reduccionismo mecanicista, considerar al cuerpo-que-somos en toda su complejidad de manifestaciones, sin suponer que las rige una sola secuencia causal.

La noción del cuerpo-sujeto substituye a la anterior del cuerpo como posesión, sospechosa de haber generado la cultura de la dominación y del ecocidio. Su primer virtud es la de reintegrarnos al orden natural, al conjunto de los seres existentes, con los cuales tenemos en común el ser también "cuerpos", no obstante que existan notas distintivas propias de cada tipo de corporeidad.

Si la porción visible del cuerpo-que-somos es poco o muy significativa, debe ser motivo de estimación aparte; lo primero es reconocerle su ubicación dentro del sistema general de nuestro ser y no estigmatizarlo con el rango de receptáculo temporal de nuestra auténtica realidad. Escindir nuestra naturaleza en dos o más substancias genera problemas teóricos insolubles, bajo supuestos metafísicos incomprobables; en efecto, ¿cómo saber si no son todos los aspectos humanos manifestaciones de una sola argamasa original en estadios de permanencia diferentes?

Con la propuesta del cuerpo como totalidad se obvia el debate entre dualistas y monistas o cuando menos se le pospone indefinidamente, en tanto no existan mejores elementos para replantearlo conforme a conocimientos actualizados de la Física. Pero además, la adopción de este giro semántico requiere de categorías no substancialistas para su adecuada aplicación. Pasaré a exponerlas.

3. Reconceptualización del cuerpo como sujeto.-

Para dilucidar al cuerpo-que-somos, emplearé categorías que no estén comprometidas con la visión reduccionista del cuerpo. Es el caso de las "valencias" y las "coordenadas" corporales. Con las primeras designaré a las propiedades que muestran los cuerpos cuando interactúan con otros. Se agrupan en dos modalidades básicas: necesidades, impulsos naturales a realizar acciones tendientes a la satisfacción, equilibrio u homeostasis, y capacidades, recursos propios que hacen plausible la realización de esas acciones.

Un catálogo tentativo de valencias las agrupa en biofísicas (relativas a la subsistencia), sociales (referentes a la comunicación) y personales ( base de la autorrealización). No existe un listado exhaustivo, puesto que vamos conociéndolas mejor a medida que las ponemos a prueba en diferentes circunstancias. La investigación irá precisando sus contornos.

Las coordenadas del cuerpo son los diversos aspectos constitutivos de una cierta clase de geografía dinámica corporal, los cuales se muestran a la observación fenomenológica. En tanto las valencias son patrones estructurales, las coordenadas son perspectivas, ángulos de apreciación de la corporeidad propia o ajena. Para completar la figura adoptada, los clasificaré en meridianos y paralelos corporales, conforme predomine el carácter diacrónico o sincrónico de su enfoque. Tenemos un buen ejemplo en el meridiano de la visibilidad, encuadre sensible de primer orden, generador involuntario de la distinción entre lo material y lo inmaterial, cuando fue absolutizado como coordenada preferente de la Realidad.

El alto riesgo del manejo de las coordenadas corporales reside en que se les hiper o hipovalorice, muy a menudo por razones ideológicas. Tal ha sido el caso de nuestra cultura, que se inclinó por interpretar al cuerpo exclusivamente en función de sus coordenadas físicas. El encuadre que ofrecen por separado es obviamente fragmentario y por lo mismo engañoso. Sólo en su conjunto conforman una visión más ajustada del cuerpo-que-somos y por irradiación del mundo circundante. Por eso resulta indispensable correlacionarlas y corregirlas con la teoría de las valencias del cuerpo.

Hablar del cuerpo en su sentido holístico permite apreciar en toda su magnitud el dinamismo de la naturaleza humana, sin restringirlo a una de sus formas, la perceptible, la cual ciertamente no es la única que se encuentra en constante impermanencia.

Utilizaré el término de "corpogenia" para referirme al proceso de génesis, sostenimiento y transformación, del cuerpo-que-somos. Nuestra vida es un continuo movimiento en los niveles biofísico, social y personal. En el primero nos sostenemos vivos, nos reconstruimos incesantemente, entre el nacer y el morir. En el segundo adquirimos el lenguaje y la cultura e interactuamos para dar y recibir afecto, reconocimiento, complementariedad de pareja y un sinfín de satisfactores interpersonales. En el tercero perseguimos desarrollar nuestra singularidad, encontrar el mejor camino para expresarnos, para dar cabida a la creatividad; en suma, se trata de alcanzar nuestra autorrealización.

Cada nivel es fundamento del que sigue y a su vez cada nueva etapa da oportunidad a una reformulación superior de la precedente. Así se explican las múltiples maneras sociales de cubrir las urgencias biofísicas y el estilo personalizado que da un toque distintivo a las anteriores. Tal integración valencial permite configurar una escala axiológica ascendente de origen evolutivo, donde se postula la personalización, la humanización plena de cada miembro de nuestra especie, como el valor más alto, al cual sirven y se subordinan los valores anteriores.

Nada mejor que acudir a los llamados del cuerpo-que-somos, para encontrar allí las bases de la nueva Paideia del cuerpo. Una teoría de las necesidades naturales humanas sería la principal herramienta. Comentaré sus rasgos generales.

4. Apuntes para una Paideia del Cuerpo.-

Nuestro siglo fue engendrado en el seno del escepticismo de la pasada centuria, que no atinó a postular una naturaleza común a los seres humanos. Los excesos de un individualismo galopante nos empujaron a creer que somos autores absolutos de nuestra existencia. Para la soberbia humana fue difícil reconocer que non mueven carencias e ímpetus profundos, si bien nuestras interpretaciones marcan el rumbo a seguir, con un saldo que puede ser favorable o adverso al crecimiento humano.

Una cierta desterrenalización nos ha hecho menospreciar el testimonio de nuestro entramado biológico. Porque si para favorecer nuestra vitalidad y garantizar la salud es necesario oír los dictados de la naturaleza, ¿por qué no suponer similares soportes naturales para la vida social y la personalización, que debemos reconocer y seguir?

En la ingente tarea de elegir el modelo formativo para el siglo XXI, debemos ponernos de acuerdo en algunas ideas básicas sobre nuestra naturaleza. Las mismas de que nos serviremos para pulir el listado de los derechos humanos. Postulo que la noción rectificada de "cuerpo", permitiría ese giro antropogógico. Procederé en consecuencia a exponer de modo sucinto los elementos básicos de una paideia corporal.

1) Conocer el cuerpo-que-somos.- La educación de la nueva época deberá ser integral. No se trata de fomentar un enciclopedismo imposible en tiempos en que la información nos desborda con su densidad y su velocidad de difusión, sino de aprender a movernos en un mundo de alta presión y complejidad. La brújula es una vez más conocernos a nosotros mismos, saber qué somos en lo personal y como especie. Si los humanos hemos generado este mundo cultural, saber más y mejor acerca de nosotros, en todas las coordenadas y valencias corporales, es la clave para prepararnos, completa y no fragmentariamente, para asumir los rumbos de nuestra existencia y las riendas del porvenir.

2) Recorporalizar la Cultura.- Toda expresión cultural es resultado de una corporeidad interpretada, a la cual pretende servir como satisfactor o extensión. La nueva paideia deberá impulsar la crítica filosófica corporal de los bienes culturales como parte indispensable de la formación educativa, a fin de permitir el desenmascaramiento de sus reductos de irracionalidad y de hacer posible su reconducción axiológica.

3) Adoptar la alteridad corporal como principio integrador.- Si las valencias corporales nos identifican como humanos, también son la raíz de nuestras diferencias. Desde lo biofísico somos distintos, con requerimientos y rasgos que nunca son exactamente los mismos. En lo social la diferencia es aún más patente, porque nunca recibimos la aportación de los demás de idéntica manera. Pero es lo personal donde somos radicalmente únicos, con una singularidad que debe ser desplegada por la educación y consolidada como norma básica de la vida social. La diversidad humana no debe dar paso al conflicto y a la competencia, sino inculcarse como fuente inagotable del enriquecimiento mutuo y de la actividad.

4) Hominizarnos, imperativo corporal.- El cuerpo-que-somos no es una realidad dada de una vez, sino un proyecto colectivo y personal. Las condiciones para llegar a ser plenamente humanos son los satisfactores y herramientas que requerimos para desarrollar nuestra corporeidad natural, en lo común y en lo distintivo. La nueva Paideia habrá de tener como fin último esta meta histórico-social e inculcarla a las nuevas generaciones desde sus primeros años.

5) Promover el ecodesarrollo corporal.- La correcta medida del desarrollo ha de ser concebida y ejecutada en forma armónica con el medioambiente. No se trata de un ecologismo a la defensiva, marcado por los intereses egoístas humanos, sino de la convicción de ser cuerpos, de estar por ende arraigados en el Mundo. Somos parte de él como la flora y la fauna, otros cuerpos con los que debemos interactuar responsablemente. Habrá que inculcar la idea de que formamos un solo sistema hilo-bio-socio-psíquico, en lugar del sentido de excepcionalidad y aristocratismo trasmitido por la cultura occidental, que llevó a concebir la naturaleza como botín humano.

6) Democratizar la Cultura desde la corporeidad.- Urge rectificar pedagógicamente el significado de la democracia. Hoy es concebida como el ejercicio de la libertad individual en lo político; la paideia del cuerpo ofrece una perspectiva diferente y de mayores alcances. El gobierno de las mayorías suele ser una ficción política, que ha venido a substituir, de modo secular, al sistema teocéntrico, para entronizar también a un sujeto en el pináculo del poder. La auténtica democracia debe ser formativa, preparar a la población en la toma de decisiones y en la supervisión del ejercicio delegado del gobierno. No basta con ampliar la cultura política, es preciso derramar socialmente una cultura que permita el desarrollo corporal de todos, sin esa estela de vidas deficitarias que son fáciles presas de los juegos del poder.

Estos rápidos e inconclusos apuntes en dirección a la Paideia del siglo que viene son, ciertamente, parte de un ejercicio utópico, muy a la manera del diseñado por Platón antes de la era cristiana. Habrá que afirmar en su defensa que la utopoiesis es una de las coordenadas específicas de la corporeidad humana. Únicamente los humanos tenemos la capacidad de soñar el futuro y de proyectar, gracias a esos sueños, las acciones que permitan alcanzar los resultados deseados. Así ha sido siempre y el momento de cambios que vivimos nos pide intentarlo una vez más.

Philosophia educit. La Filosofía, magisterio del autocuestionamiento que guía, que abre rutas a la reflexión sobre temas eternos e históricos, porque éstos se inscriben en la carpeta operativa de los primeros. Pensamos filosóficamente para vivir con mayor lucidez la responsabilización de nuestros actos e ideas. De ahí que nos interroguemos por el papel de la Filosofía, hoy, en la educación de la Humanidad para el Mundo que se avecina.

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Notes

(1) Para ahondar en las tesis expuestas puede consultarse del mismo autor: "Las fronteras del cuerpo. Crítica de la corporeidad", cuadernos de Joaquín Mortiz, México, 1990.

(2) Para una propuesta similar a la del autor, centrada en la idea de necesidades "básicas", consúltese a Doyal and Gough, "A Theory of Human Need", Macmillan, London, 1991.

Bibliografía

DOYAL AND GOUGH.- "A Theory of Human Need", Macmillan, London, 1991.

RICO BOVIO, ARTURO.- "Las Fronteras del Cuerpo. Crítica de la Corporeidad". Editorial Joaquín Mortiz, México, 1990. / Editorial Abya Yala, Quito, 1998.

RICO BOVIO, ARTURO.- "El Derecho en la Perspectiva del Cuerpo. Una Teoría Integral del Derecho". Editorial Miguel Ángel Porrúa, México, en prensa.

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