20th World Congress of Philosophy Logo

Political Philosophy

Educación de un Príncipe Cristiano
(Education of a Christian Prince)

Elena Cantarino
Universidad de Valencia

bluered.gif (1041 bytes)

ABSTRACT: La literatura política española de los siglos XVI y XVII consideraba que el ars regendi o ars gubernandi podía enseñarse y aprenderse. Proliferaron los ensayos tratando de formar futuros gobernantes, intentando plasmar la personalidad del príncipe perfecto en una estructura, técnica común a estas obras de carácter formativo. Diversos fueron los precedentes medievales, entre ellos, las narraciones históricas moralizadas, las colecciones de dichos agudos y sentencias filosóficas, y cierto género didáctico donde a la Pedagogía le concernía el afán moralizador en cuento era considerada Ética aplicada a la Psicología.(1) Si con Tomás de Aquino (1225-1274) culmina la asimilación del pensamiento de Aristóteles y, con ello, el movimiento de aristotelización iniciado por los comentaristas árabes (Ibn Rushd (1126-1198), conocido como Averroes) y judíos (Moses Maimónides (1135-1204)), la definitiva incorporación del Estagirita a la filosofía política y social significó hacer del Estado una institución natural cuyo fin era la protección del bien común. En tal contexto surge y se elabora desde el s.XIII hasta el s.XV la política como ars regendi o ars gubernandi; por una parte, scientia y por otra, virtus, esto es, una estructura racional que, a medio camino entre la sapientia y la prudentia,(2) debía facilitar una doctrina que guiara la práctica gubernativa.

bluered.gif (1041 bytes)

La mayor parte de la literatura política, estrechamente relacionada con la moral y el derecho, que se elaboró en el pensamiento del siglo de Oro español fue el desarrollo de la doctrina del Aquinate, y su obra De regimine principum (1270) fue tomada como el "Evangelio de la política cristiana". Aunque no todos los autores españoles seguían las enseñanzas tomistas, al menos compartían dos principios básicos: un príncipe perfecto envuelve el concepto de hombre perfecto y aun lo supera; y se debe educar al hombre desde el primer momento con miras al príncipe: "que si todo rey, para ser el primero de los hombres ha de ser el mejor de los hombres, para ser el primero de los reyes ha de ser el máximo de los reyes", escribía Baltasar Gracián (3) en su tratado El Político (4) (P, p.38), en el que también afirmaba: "de una heroica educación sale un heroico rey" (P, p.41).

Cuando en el siglo XVII la crisis comienza a apremiar y a dibujar la necesidad de un gobernante genial que salve al Estado de la decadencia, Gracián, Quevedo y Saavedra-Fajardo, entre otros, evocarán la figura del monarca Fernando el Católico,(5) las técnicas y estrategias utilizadas en su personal forma de entender y ejercer la política: "La verdadera y magistral política fué la de Fernando, segura y firme, que no se resolvía en fantásticas quimeras. Util, pues le rindió reino por año. Honesta, pues le mereció el blasón de Católico. Conquistó reinos para Dios; coronas, para tronos de su Cruz; provincias, para campos de la Fe; y, al fin, el fué el que supo juntar la tierra con el Cielo" (P, p.53-54).

La política barroca, elaboración humana y no reflejo divino, era entendida, en cuanto ciencia, como sabiduría y experiencia; en cuanto técnica, como las reglas sobre el modo de manejar y manipular las cosas para lograr el fin perseguido; y, en cuanto arte, como la forma de conjugar prudentemente las máximas de la razón de Estado.(6) Si para Gracián -que no fue propiamente un teórico de la razón de Estado- ésta es el arte o conjunto de reglas para gobernar, un arte que ha de ser conocido, pero del que no se puede ser aprendiz,(7) para desempeñar el oficio o empleo de ser rey; la prudencia es la norma superior y la mayor prenda del político: "es la capacidad el fundamento de la política (...) Es la capacidad seno de la prudencia" (P, p.54); la mayor virtud para consolidar el poder ("con el valor se consiguen las coronas, y con la prudencia se establecen", P, p.57) y la "madre de la buena dicha" (P, p,54). El buen arte de gobernar, las reglas de conducta que definen una labor política capaz de proteger al Estado no han de poner en peligro su integridad ética y cristiana: existen políticas labradas "conforme a las verdaderas reglas de policía cristiana" (C, II, iv); si ello no se cumple, entonces no cabe hablar de razón de Estado sino de "razón de establo".(8)

En Gracián aparece la influencia de la literatura publicista y de los tratadistas de la razón de Estado(9) que hicieron de la religión la base para la defensa de la política de soberanía; de la justicia una fuente de construcción de política interna; de la fortaleza el principio de política militar; de la prudencia la clave de explicación de la política exterior; y de la templanza lo que podría inspirar la política fiscal. "Fundó Fernando la mayor monarquía hasta hoy en religión, gobierno, valor, estados y riquezas; luego fué el mayor rey hasta hoy" (P, p.38), afirmación en la que se refleja un esquema o una estructura política que permite hacer la siguiente equivalencia atendiendo al conjunto de virtudes, a las prendas fundacionales de la monarquía -según Gracián- y a las diversas clases de política:(10)

fe --------- religión -- política de soberanía
justicia --- gobierno -- política interna
fortaleza -- valor ----- política militar
prudencia -- estados --- política exterior
templanza -- riquezas -- política fiscal

Dicho esquema o estructura permite considerar que el político debe ser representante de una "buena razón de Estado",(11) es el político virtuoso de la política con moral: "Evidente fundamento, porque entre solos los príncipes cristianos ha habido algunos perfectísimos, y queden condenados los dos impíos políticos por ciegos a mudos" (P, p.48).(12)

Desde la consideración del Estado como una institución que puede ser observada tal que hecho natural y, a la vez, como artificio o producto de la acción humana, la política es una técnica que puede enseñarse y aprenderse no exclusivamente mediante el estudio de la naturaleza sino a través de la observación crítica y razonada de las acciones humanas.(13) El político deberá, pues, llevar a cabo la tarea nada fácil de conocerlas, de conocer a los otros y a sí mismo para poder medirse con los demás: "Si es tan dificultoso conocerse cualquier hombre, ¿qué será un rey? Conocerse en sí mismo, no lo permite la propia afición; conocerse en los otros, no lo sufre la trascendental adulación. No tiene espejo un rey, pero aquí entra la industria si él es sabio" (P, p.67). Gracián nos ofrece diversas "artes" o conjunto de reglas para gobernar y/o gobernarse: para conocer a los otros es necesario primero tener conocimiento de uno mismo (OM, 8 y OM, 89); para gobernar es preciso primero gobernarse: "el señorío verdadero, sabed que no consiste en mandar a otros, sino a sí mismo" (C, II, xiii).

El saber político adquiere, en nuestro autor, un nuevo significado se trata de un saber práctico, un saber vivir: en la estancia de la Moral Filosofía se encuentran los protagonistas de El Criticón cuando "sin tratar de dejar jamás estancia tan de hombres. Sola la Conveniencia pudo arrancarlos, que a la puerta de otro gran salón y muy su semejante, aunque más majestuoso, les estaba convidando y decía:- Aquí es donde habéis de hallar la sabiduría más importante, la que enseña a saber vivir. Entraron por razón de Estado y hallaron una coronada ninfa (...) la Política" (C, II, iv, cursiva mía).

Este nuevo significado que Gracián parece dar a "lo político" permite comprender que se pueda hablar de "política de cada uno" y que ésta se identifique con el saber práctico del hombre.(14) De este modo sus tratados pueden interpretarse como manuales que enseñan a "saber vivir"; "arte de vida" que no sólo es "arte de política" (El Político, 1640), sino "arte de ser héroe" (El Héroe, 1637), "arte de ser discreto" (El Discreto, 1646), "arte de prudencia" (Oráculo manual y arte de prudencia, 1647), y "arte de ingenio" (Agudeza y arte de ingenio, 1648).

Si la política -como señalamos antes- adquiere un carácter técnico y práctico especialmente reflejado en las reglas y máximas de la razón de Estado y en la aplicación de éstas, ¿por qué no considerar que ese saber práctico, o ese "arte de vivir", pueda reflejarse también en reglas y máximas -al fin, medios- pertenecientes a la "política de cada uno" que permitan al individuo, y ya no sólo al Estado o al príncipe en el ejercicio de su empleo, conservar y aumentar su ser y su estado? Los propios textos muestran la conciencia del proyecto graciano al advertir a su "singular lector" de El Héroe:(15) "Aquí tendrás una no política ni aun económica, sino una razón de estado de ti mismo, una brújula de marear a la excelencia, una arte de ser ínclito con pocas reglas de discreción" (H, "Al lector", cursiva nuestra).(16)

Si la razón de Estado consiste en "reconocerse a sí mismo y a su ambiente y en extraer de este conocimiento las máximas del obrar",(17) ¿por qué no interpretar las máximas (primores, realces, aforismos, discursos) como medios de reconocerse a sí mismo ("No puede uno ser señor de sí si primero no se comprehende", OM, 89) y conocer a los otros, extrayendo a su vez conocimiento práctico y normas del obrar?. Indudablemente los tratados gracianos tienen la finalidad de dar al lector un "epítome de aciertos del vivir" (OM, "Al lector") o, como venimos resaltando, se trata de ofrecer "una razón de estado de ti mismo" (H, "Al lector"); es decir, un conjunto de medidas descubiertas por la razón humana(18) con el concurso del ingenio para mantenerse y conservarse en un mundo que es "milicia contra la malicia".(19)

Frente a esta "malicia" dos tretas defensivas básicas en relación con las clásicas potencias son propuestas desde el primer momento: ocultar los designios del entendimiento ("Que el héroe platique incomprehensibilidades de caudal", H, I y OM, 94) y ocultar las inclinaciones de la voluntad ("Cifrar la voluntad", H, II y OM, 98), ambas son complementarias pues "lega quedaría el arte si, dictando recato a los términos de la capacidad, no encargase disimulo a los ímpetus del afecto" (H, II).(20) Así pues, el disimulo ("El más plático saber consiste en disimular", OM, 98) y la ocultación de sí mismo son medios o tretas del "arte de vivir" acreditadas políticamente por los ejemplos(21) de Tiberio y Luis XI de Francia ("Es gran parte del regir el disimular, OM, 88). Son sólo estos algunos de los "aciertos del vivir" y "platos prudenciales" (OM, "Al lector") que Gracián ofrece a todo el que quiera triunfar en la vida:(22) "todo lo dora un buen fin, aunque lo desmientan los desaciertos de los medios" (OM, 66), porque "el que vence no necesita de dar satisfacciones" y "nunca se pierde reputación cuando se consigue el intento" hay que poner atención a que salgan bien las cosas (OM, 66). Para conseguir "la dicha de salir bien" (OM, 66) no hay más que "obrar con buenos instrumentos" (OM, 62) que se hacen cada vez más necesarios ya que "más es menester para tratar con un solo hombre en estos tiempos que con todo un pueblo en los pasados" (OM, 1). Afirmaba Gracián que el entendimiento es origen de toda grandeza y la mayor prenda de un héroe (H, III), en él residen el "fondo de juicio" y la "elevación de ingenio", y si la filosofía señala dos potencias ("acordarse" o memoria y "entender" o entendimiento), "súfrasele a la política" introducir la división entre el juicio (trono de la prudencia) y el ingenio (esfera de la agudeza y acredita también la justicia); "todo héroe participó exceso de ingenio", "que la agudeza, si no reina, merece conreinar", y aunque la naturaleza engendra la agudeza, los realces del arte la alimentan. Otras perfecciones dependientes de la capacidad (entendimiento) son necesarias para causar estimación, el tener un "gusto relevante" (H, V y OM, 65) es una de ellas; así como hay cultura de ingenio, hay cultura de gusto (hijo del entendimiento y hermano del ingenio), pero "sólo un gran conocimiento, favorecido de una plática llega a saber los precios de las perfecciones", por ello Gracián advierte en su "arte de vivir" que "donde el discreto no puede lisamente votar, no se arroje; deténgase no descubra antes la falta propia que la sobra extraña". La industria y la diligencia suplen con prendas adquiridas las que el favor del Cielo no quiso dar como naturales; pero "no toda arte merece estimación, ni todo empleo logra crédito", como el varón máximo debe aspirar a una universalidad plausible debe considerar que "muchas medianías no bastan a agregar una grandeza, y sobra sola una eminencia a asegurar superioridad", logre pues el héroe la "eminencia en lo mejor" (H, VI y OM, 61) y la "excelencia de primero" (H, VII y OM, 63).(23) Pero toda destreza, "toda prenda, todo realce, toda perfección, ha de engastar en sí un héroe, pero afectar, ninguna" (H, XVII y OM, 123), porque "la perfección ha de estar en sí; la alabanza en los otros"; "es la afectación el lastre de la grandeza", pero por si algún lector todavía no ha comprendido, no deja dudas acerca de en qué consiste este primor: "Afectó Tiberio el disimular, pero no supo disimular el disimular. Consiste el mayor primor de un arte en desmentirlo, y el mayor artificio, en encubrirle con otro mayor". "Genio e ingenio" (D, I y OM, 2), son "los dos ejes del lucimiento discreto", sobre ellos se estructurarán las prendas y a partir de ellos debe un aspirante a discreto conocerse: "comience por sí mismo el Discreto a saber, sabiéndose". La humana naturaleza debe adelanterse cada día con una y otra perfección a través del arte y la cuidadosa industria, para alcanzar el "señorío en el decir y en el hacer" (D, II y OM, 122), "requiérese el continuado ejercicio en los empleos; que de la continuidad de los actos se engendra el hábito señoril".

No podemos completar aquí el bosquejo graciano de varón máximo, su modelo de heroicidad, de política, de discreción, de prudencia, de ingenio -léase en sus obras y aplíquese-, que entre prendas y dones naturales, y destrezas o habilidades conseguidas con arte o técnicas adecuadas, concluye apelando a un evidente fundamento: "ser héroe del mundo, poco o nada es; serlo del Cielo es mucho" (H, XX); "en una palabra santo, que es decirlo todo de una vez" (OM, 300).

El pensamiento de Gracián no sólo refleja el sentir de su época, sino que se revela como uno de los que más informan la praxis moral y política pues llevó las doctrinas teóricas de la razón de Estado a la práctica-didáctica(24) de la "razón de estado de cada uno" o "arte de vivir". Sus patrones de conducta, propuestos a lo largo de toda su producción, modelan el ideal de "hombre completo" contrarreformista que va desde el hombre heroico, político, discreto, prudente, estético, crítico-filosófico hasta el hombre religioso, porque el "arte de vivir" se completa necesariamente con un "arte de morir".

bluered.gif (1041 bytes)

NOTES

(1) Véase M A. Galino, Los tratados sobre educación de príncipes (siglos XVI y XVII), Madrid: CSIC, 1948.

(2) Como es sabido, la construcción de la política como una teoría de la prudencia arranca de la Edad Media. La consideración de ésta como un elemento esencial de la actuación política y como una virtud propia del gobernante, se refleja en la más tempana producción de Specula principis y se desarrolla en los tratados de los s. XVI y XVII, que intentan construir, en definitiva, una teoría política de la prudencia en consonancia con las nuevas circunstancias del Estado del Barroco.

(3) Después del éxito que han obtenido algunas obras de Baltasar Gracián (1601-1658) en los Estados Unidos de América, particularmente debido a las versiones realizadas por Christopher Maurer, parece innecesario presentar a uno de los autores más traducidos de la literatura española.

Para las citas utilizo la edición de sus Obras Completas realizada por Arturo del Hoyo (Madrid: Aguilar, 1960) y mi edición de El Criticón (Madrid: Espasa Calpe, "Austral", 1998).

(4) Entre el género pedagógico-político de educación de príncipes, las nuevas exigencias planteadas por la crisis generalizada del siglo XVII -agudizada en el ámbito político-, y los plateamientos y respuestas proporcionados por la razón de Estado, cabe comprender la naturaleza, la estructura y el contenido de El político don Fernando el Católico (1640). Biografía política (género híbrido entre política e historia) escrita en forma de discurso, atribuye el epíteto "político" al máximo exponente de la política española, según la convición de Gracián y de la práctica totalidad de sus contemporáneos: "Opongo un rey a todos los pasados; propongo un rey a todos los venideros: don Fernando el Católico" (P, p.37).

(5) La estimación esquemática, ejemplar y exaltativa del monarca español en el género biográfico del barroco, así como la imputación de la primera estructura, técnica y secular del Estado moderno español arranca de Gracián por un proceso de síntesis interpretativa como mostró Angel Ferrari en su estudio Fernando el Católico en Baltasar Gracián (Madrid: Espasa-Calpe, 1945).

(6) Es evidente que la política había dejado de ser exclusivamente un saber acerca de las formas de gobierno o sobre la naturaleza del poder, para pasar a considerarse un conocimiento de cómo se adquiere y se conserva éste. Política y razón de Estado llegaron de esta forma a fundirse y confundirse como la máxima del obrar político que dicta al gobernante qué tiene que hacer para adquirir, aumentar y conservar su poder y su Estado.

(7) "Todas las artes se aprenden, y en todos los mecánicos empleos, aun en los más fáciles, hay tiempo de aprendices. Sólo al real, siendo el más arduo, se le hurta esta común providencia (...) Entran algunos a ser reyes sin arte ni experiencia" (P, p.42).

(8) No por nada, en El Criticón, Gracián sitúa a los "maquiabelistas" en la crisi titulada "La fuente de los Engaños": "¿Quién piensas tú que es este valiente embustero? Este es un falso político llamado el Maquiavelo, que quiere dar a beber sus falsos aforismos a los ignorantes. ¿No ves como ellos se los tragan, pareciéndoles muy plausibles y verdaderos? Y, bien examinados, no son otro que una confitada inmundicia de vicios y de pecados: razones, no de Estado, sino de establo" (C, I, vii).

(9) Véase mi estudio sobre la razón de Estado y su influencia en Baltasar Gracián, De la razón de Estado a la razón de estado del individuo. Tratados político-morales de Baltasar Gracián (1637-1647), Valencia: Servicio Publicaciones de la Universidad de Valencia, "Tesis Doctorales", 1996.

(10) Algunos estudios sobre el Estado moderno y el proceso de secularización (H. J. Laski, H. Lübbe y otros), pusieron de manifiesto que la soberanía (política de soberanía) -concepto en el que se encierran otros como los de voluntad, libertad e independencia-, puede entenderse como una secularización de la fe; la autoridad, legalidad o juridicidad (política interna) como una expresión secular y política de la justicia; la potencialidad y la seguridad nacional (política militar) es secularización de la fortaleza; la unidad de la nación frente a la diversidad y los separatismos (política exterior) es una forma secularizada de la prudencia; y la prosperidad y suficiencia económica (política fiscal) secularización de la templanza. Y esto ciñéndonos exclusivamente a las virtudes cardinales pues también podríamos señalar, por ejemplo, la "política de protección" como expresión secular de la caridad.

(11) La "buena o verdadera razón de Estado" frente a la "mala o falsa" de los maquiavelistas, es la que pretendían ofrecer en sus tratados autores como Giovanni Botero, Pedro de Rivadeneira, Claudio Clemente y otros tantos. Véase mi estudio citado arriba y otros publicados con posterioridad.

(12) Realiza aquí Gracián -como se habrá comprendido- una velada alusión a los dos políticos, Maquiavelo y Bodino, condenados a la mudez, al silencio por su ceguera sobre el papel de la religión como fundamento del Estado y por su forma de "deslumbrar discursos" (confundir razonamientos) en la razón de Estado: "-¿No habéis oído nunca nombrar el famoso Caco? Pues este lo es de la política: digo, un caos de la razón de Estado. Deste modo corren hoy los estadistas, al revés de los demás; así proceden en sus cosas para desmentir toda atención ajena, para deslumbrar discursos. No querrían que por las huellas les rastreasen sus fines: señalan una parte y dan en otra; publican uno y ejecutan otro; para decir no, dicen sí; siempre al contrario, cifrando en las encontradas señales su vencimiento. Para estos es menester un otro Hércules que, con la maña y la fuerza, averigüe sus pisadas y castigue sus enredos" (C, I, vi).

(13) Maquiavelo y Gracián suponían que la base de la política se hallaba en la identidad de la naturaleza humana y en la recurrencia cíclica de los acontecimientos ("La rueda del Tiempo",C, III, x); aunque el florentino consideraba la identidad de la naturaleza humana como algo prácticamente inmutable con los mismos comportamientos y respondiendo a idénticos estímulos de igual manera; en el caso de Gracián, recuérdese la importancia del libre albedrío y la dificultad de ser un descifrador de intenciones y fines (D, XIX).

(14) Véanse las obras de W. Krauss (Graciáns Lebenslehre, Frankfurt a.M.: Lostermann, 1947) y H. Jansen (Die Grundbegriffe des Baltasar Gracián, Genève/Paris: Droz/Minard, 1958). Este último recoge diversos significados o definiciones de política:1.la razón especial de ser persona = la política de cada uno;2.la razón de estado = arte de reinar;3.la sabiduría que enseña a vivir (este tercer significado engloba o incluye a los dos anteriores).

(15) En ocasiones se ha interpretado que El Político podría concretar la idealización abstracta de El Héroe (1637), pues en el primer primor Gracián dedica ya un elogio al monarca español cuando exhorta al héroe a practicar "incomprehensibilidades de caudal" y a "medir el lugar con su artificio" (H, I), y lo propone como ejemplo de esta destreza.

(16) Proyecto o tarea que, posteriormente en El Criticón, reconoce en otras obras: "Conocieron el Galateo y otros sus semejantes, y pareciéndoles no era éste su lugar, ella porfió que sí, pues pertenecían a la política de cada uno, a la razón especial de ser personas" (C, II, iv, cursiva mía).

(17) Véase F. Meinecke, La idea de la razón de Estado en la Edad Moderna, Madrid: CEC, 1983, p.3.

(18) De existir estas reglas o máximas de la razón de estado del individuo serían un artificio en el sentido de ser elaboraciones humanas; sin embargo, Gracián deja entrever, en algún momento, que incluso existen una serie de medios naturales, que toda criatura posee y que le son dados por la providencia, para contribuir a la conservación de todo el universo y, en especial, a la conservación de sí mismo: "Aquí son de considerar también con especial y gustosa observación los raros modos y los convenientes medios de que proveyó a cada criatura la suma providencia para el aumento y conservación de su ser, y con especialidad a los sensibles vivientes, como más importantes y perfectos, dándole a cada uno su natural instinto para conocer el bien y el mal, buscando el uno y evitando el otro, donde son más de admirar que de referir las exquisitas habilidades de los unos para engañar y de los otros para escapar del engañoso peligro" (C, I, iii, cursiva mía).

(19) El aforismo 13 del Oráculo dice así: "Milicia es la vida del hombre contra la malicia del hombre", idea que vuelve a repetirse en diversas ocasiones en El Criticón (I, iii; II, ix; III, ix) y que recuerda el versículo bíblico "militia es vita hominis super terram" (Job, VII, 1).

(20) Pero si se trata de "cifrar la voluntad" de uno mismo también se trata de "mover voluntades" de los otros y, en este sentido, la treta o destreza consiste en "un saber por dónde se le ha de entrar a cada uno" ("Hallarle su torcedor", OM, 26).

(21) Nótese el valor incondicionado que el ejemplo tenía para los escritores de los siglos XVI y XVII, siguiendo así una larga tradición que se remonta a la utilización de ejemplos como método de adoctrinamiento y a las colecciones de exempla de la literatura didáctica medieval.

(22) B. Pelegrín ha visto en ello la "democratización de la moral aristocrática que resulta ser el Oráculo manual" (traducción, introducción y notas a Manuel de poche d'hier pour hommes politiques d'aujoud'hui et quelques autres (Oráculo Manual y arte de prudencia), Paris: Libres-Hallier, 1978).

(23) "Gran ventaja el ser primero, y si con eminencia, doblada. Gana en igualdad el que ganó de mano. Son tenidos por imitadores de los pasados los que les siguen (...). Mas no consiste la gala en ser primero en tiempo, sino en ser el primero en la eminencia (...). Es, pues, destreza no común inventar nueva senda para la excelencia" (H, VII). De nuevo hallamos un ejemplo político en Tiberio quien "afectó conseguir por lo político lo que Augusto por lo magnánimo", pero la novedad, sin salir del arte y saliendo de lo ordinario, ha de darse en toda profesión: "Extiéndase el ejemplo a todo empleo, y todo varón raro entienda bien la treta, que en la eminente novedad sabrá hallar extravagante rumbo para la grandeza" (H, VII).

(24) Sobre el género de sus tratados, B.Pelegrín, que ha estudiado la tipología de los estilos según Gracián y los tres géneros y sus características en la teoría y en la práctica gracianas, recuerda que en el marco de las genera dicendi de la retórica a cada género se le atribuía una eficacia y un estilo según los tres fines: docere o probare (enseñar y probar) en estilo sencillo; delectare o conciliare (agradar) en estilo medio; movere (conmover) en estilo sublime. Para las obras político-morales que pertenecen al docere, a la didáctica se hace aconsejable un estilo sencillo y humilde; sin embargo, Gracián infringe la ley retórica y coloca a sus tratados dentro del género "sublime", es decir, heroico, grave, majestuoso, y su estilo es láconico (breve, ajustado): "siendo, dentro de esta categoría de general concisión, el Oráculo un extremo del laconismo, como El Político el polo opuesto que linda con lo 'redundante'" ("Física y metafísica del estilo de Baltasar Gracián", en: Baltasar Gracián. El discurso de la vida. Una nueva visión y lectura de su obra, J. Ayala (coor.), Documentos "A" (Anthropos, Barcelona), nº 5 frebrero 1993, p.46-49).

bluered.gif (1041 bytes)

 

Back to the Top

20th World Congress of Philosophy Logo

Paideia logo design by Janet L. Olson.
All Rights Reserved

 

Back to the WCP Homepage