La virtud como perfeccionamiento del individuo según J.S. Mill Lourdes Gordillo Alvarez Valdés
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En la tradición ética occidental, la virtud es considerada condición indispensable del perfeccionamiento del ser humano. De ahí que, en general, los planteamientos que tienen en cuenta la autorrealización o el cultivo del individuo, integren un tratamiento más o menos amplio de la cuestión de la virtud. Ahora bien, el tema de la virtud puede ser enfocado desde diversas perspectivas que hagan prevalecer un aspecto u otro de la virtud. Estos enfoques dependerán, en último término, de cómo se haya concebido al ser humano. Pues bien, esta es la situación de nuestro autor, J. Stuart Mill, que desarrolla el tema de la virtud en dependencia de su concepción utilitarista de la moral, que, a su vez, es consecuencia de su pensamiento en torno al hombre. 1. Contexto de la teoría milliana de la virtud Como buen utilitarista, Mill no lleva a cabo una especulación completa sobre la naturaleza de la virtud, su tipología, articulación interna... Tan sólo está interesado por su función práctica, y más en concreto por la necesidad que la virtud parece tener como medio para alcanzar la felicidad. El contexto de su tratamiento de la virtud está expuesto en su artículo "Civilización", (1) de 1836, donde describe la moderna sociedad comercial, incipiente en aquella época. Según Mill, en la sociedad comercial, el hombre concentra sus energías en conseguir dinero y bienes materiales. La valoración de las personas descansa no "sobre lo que es una persona, sino sobre lo que aparenta". Este aparentar viene determinado por el cúmulo de bienes materiales a los que uno puede acceder mediante su dinero. Como consecuencia de este criterio de valoración, cada sujeto singular se ve sometido a una despersonalización: cae bajo parámetros puramente cuantitativos, "está perdido en la muchedumbre" anónima, corre el peligro de perder hasta su propia identidad. Mill veía con desagrado que, en este tipo de sociedad materializada, lo que se busca es, ante todo, el éxito. Una de sus formas más conspicuas era, a juicio de Mill, poder de influir en la vida pública, a través del arte de la "charlatanería", con el fin de conseguir una audiencia cada vez mayor, inundando, con este fin, el mercado de libros y artículos. Sin embargo, este panorama, de un individuo materializado, impotente ante la masa y bajo el poderoso influjo de los que detentan el poder, tiene su peor momento en el peligro de cambio que experimenta el carácter de los individuos, que, según Mill, tiende a ser "enervated", falto de vitalidad. En esta exposición sobre la sociedad comercial y en los análisis sobre los peligros que la amenazan, Mill ve cada vez más necesario recurrir a una solución que forme el carácter de los individuos y despierte las virtudes dormidas de las clases más elevadas. Este cambio de meta viene determinado por el cultivo de uno mismo. Mill apela a la virtud como la única solución que permite al hombre perfeccionarse individualmente y aspirar a empresas heroicas, como las que requería la débil sociedad entonces incipiente. (2) Mill coloca el ideal del cultivo propio, como meta final a la que tiende toda sociedad y todo progreso. A su vez, la virtud constituye el recurso indispensable para la consecución de este ideal social. Se entiende así que la virtud aparezca como un recurso educativo que aviva la riqueza que entraña todo individuo. Hace falta, entonces, saber cómo impulsar y desarrollar la virtud en cada individuo. Una vez expuesto el contexto general, es preciso tratar con detalle la concepción milliana de la virtud, atendiendo también a las distintas interpretaciones que se han dado de sus textos. Ya he mencionado que en Mill no hay una definición de virtud ni un tratamiento especulativo de ella, lo cual no es extraño, pues en su ética utilitarista lo decisivo es el valor salvífico de la virtud en la vida práctica, o sea, la reforma de los individuos y, como consecuencia, de la sociedad. 2. El descubrimiento milliano de la virtud La peculiar experiencia educativa de Mill le llevó a comprender, desde muy joven, que era casi imposible compatibilizar una sociedad materialista y hedonista, como era la sociedad comercial, con la verdad, el honor y el heroísmo, cualidades sin las cuales no puede existir una buena sociedad. No obstante, Mill no abandona sus esfuerzos por buscar algún modo en que sea posible inculcar esas virtudes. Por un lado, Mill vio con claridad que la lectura y la admiración de las vidas heroicas era una forma adecuada de incrementar o estimular la virtud. Dejó escrito en su Autobiografía: "Aún a la muy temprana edad en que leí con él [mi padre] las Memorabilia de Jenofonte, adquirí, en aquella obra y por sus comentarios, un profundo respeto para el carácter de Sócrates, que se mantuvo en mi espíritu como un modelo de excelencia ideal. Y recuerdo bien cómo me inculcó mi padre en aquella época las enseñanzas de la lección de Hércules". (3) En este texto, Mill nos hace ver que la temprana lectura del mito de Hércules influyó en su carácter y supuso la base del ideal de la buena sociedad, que perseguiría a lo largo de toda su vida. Por esta razón, no es de extrañar que la recurrencia a tales obras sea para Mill un método adecuado de elevar el pensamiento y el sentimiento humano, es decir, de inculcar la virtud a través de las vidas ejemplares. La admiración de estas formas de vida impulsa a dar prevalencia a la virtud sobre el vicio, y, en consecuencia, a buscar la libertad zafándose de la necesidad, porque la virtud se opone a la primacía de los placeres sensibles y materiales, que deterioran al hombre, y promueve las actividades espirituales y libres. Sin embargo, Mill era consciente de que ese método no era suficiente para inculcar la virtud. Por eso, se queja, por ejemplo, de la educación que recibió de su padre: estaba más volcada al entrenamiento en el en el conocer que en el hacer, siendo así que la virtud está fundamentalmente en el orden del hacer. En consecuencia, Mill ve necesario recurrir a otras formas que ayuden al ejercicio de la virtud. Para encontrar otros caminos que conduzcan a la virtud, Mill considera conveniente analizar las condiciones de adquisición de la virtud. De este modo, quizá podríamos establecer que, de modo general, puestas las condiciones de adquisición, se alcance efectivamente la virtud. 3. Condiciones de adquisición de la virtud A) Interés y felicidad En el Utilitarismo, considera Mill que el desinterés es condición necesaria para la adquisición de la virtud. Con esto recoge un aspecto de la tradición clásica, que ciertamente reconoció en el desinterés un aspecto de la virtud, si bien no el más relevante. En el capítulo IV, Mill expone: "Pero el utilitarismo ¿niega que la gente desee la virtud?; o ¿sostiene que la virtud no es una cosa deseable? Todo lo contrario. No solo sostiene que la virtud ha de ser deseada, sino que ha de ser deseada desinteresadamente, por sí misma. No importa cuál sea la opinión de los moralistas utilitaristas sobre las condiciones, originales que hacen que la virtud sea virtud; pueden creer (y así lo hacen) que las acciones y disposiciones son virtuosas sólo porque promueven otro fin que la virtud [...]. Pero no sólo colocan la virtud a la cabeza de las cosas buenas como medios para llegar al último fin, sino que reconocen también como un hecho psicológico la posibilidad de que sea para el individuo un fin en sí mismo, sin consideración de ningún fin ulterior". (4) En el texto citado, Mill polemiza contra los moralistas utilitaristas que querían que la virtud fuese medio para otro fin ulterior, en concreto, para la felicidad. Ciertamente Mill reconoce que el deseo de felicidad es el fin de nuestras acciones y sin ese deseo no es posible ni siquiera alcanzar la virtud. Sin embargo, considera que la virtud es parte de la felicidad solo cuando se ama desinteresadamente, no cuando se busca como medio de alcanzar la felicidad. Es más, el amor desinteresado a la virtud es la única forma de convertirla en parte de la felicidad, y evitar que sea simple medio. Por eso, escribe: "La virtud, según la doctrina utilitaria, no es natural y originariamente una parte del fin: pero puede llegar a serlo. Así ocurre con aquellos que la aman desinteresadamente. La desean y la quieren, no como un medio para la felicidad, sino como una parte de su felicidad". (5) Esto plantea a Mill el problema de la relación entre medios y fines. Su doctrina no deja de ser peculiar, pues considera que los medios asociados a un fin pueden quererse como fines: "La virtud no es la única cosa que, siendo originariamente un medio, sería y seguiría siendo indiferente, si no se asociara como medio a otra cosa, pero que, asociada como medio a ella, llega a ser deseada por sí misma y, además, con la más extremada intensidad". (6) Esa asociación no hay que entenderla como algo necesario o exigido por el fin, sino producto de la actividad del individuo: "La fuerte asociación así engendrada, entre todos nuestros objetos de deseo y los del poder y la fama, es lo que da a éstos esa intensidad que a menudo revisten, y que en algunos temperamentos sobrepasa a la de todos los otros deseos. En estos casos los medios se han convertido en una parte del fin y en una parte más importante que la constituida por cualquiera de las otras cosas para las cuales son medios". (7) Es, pues, clara la posición de Mill. En su origen, virtud y felicidad no son lo mismo; hay muchos que buscan la felicidad al margen de la virtud. Sin embargo, la búsqueda desinteresada de la virtud, es decir, la búsqueda del autoperfeccionamiento como fin último, lleva a asociar intensamente virtud y felicidad. Además, teniendo en cuenta que el único modo de buscar la virtud es por ella misma, desinteresadamente, resulta a la postre que la búsqueda desinteresada de la felicidad es el único camino para serlo. En una palabra: hay que buscar la virtud por sí misma y así somos virtuosos y felices. B) Virtud y sentimiento Atendiendo al modo concreto en que, según Mill, la virtud ha de ser inculcada, es decir, a través de la admiración y de la simpatía por la vida de los héroes del mundo clásico, algunos autores han sostenido una interpretación peculiar de la idea de virtud y su función en el pensamiento de Mill. Carlisle señala que la pedagogía milliana pone de manifiesto que, para él, la virtud era un sentimiento que se transmitía por observación. Por eso, cuando Mill utiliza el principio asociacionista, Carlisle entiende que "el amor a la virtud" sólo puede darse por "inspiración o simpatía". (8) En sus ensayos literarios, Mill sale al paso de esa interpretación, afirmando escuetamente que la virtud consiste en acciones, no en sentimientos. Mill argumenta allí contra los moralistas que no tienen en cuenta las consecuencias de las acciones y que se dejan llevar sólo por la guía de los buenos sentimientos. (9) Parece, pues, claro que, para Mill, la virtud no depende de los sentimientos, aunque estos sean un elemento importante del proceso de adquisición de la virtud. Por otra parte, no podemos confundir y, creo que Mill no lo hace, el placer que comporta el obrar rectamente con el hecho de obrar rectamente. Sin embargo, es muy importante que se encuentre placer en la actividad buena, pues eso ayuda enormemente a realizarla. Por eso, Mill considera que, en el desarrollo intelectual, hay que enseñar a los estudiantes a tener placer en la actividad intelectual y en el descubrimiento de la verdad. De este modo, tenemos que, para Mill, es importante mostrar que el ejercicio de la virtud comporta placer, para poder inculcarla en la juventud. Donner considera que, para producir el deseo de virtud, debemos comenzar a pensar en ella como placentera (capaz de producir placer), para que, de este modo, se vaya asociando a la felicidad y acabe por ser considerada parte de ella. Así, por ejemplo, si, por simpatía hacia los demás, consideramos agradables para nosotros los actos que les benefician, tales actos acaban siendo deseados por sí mismos. Por ello, concluye Donner, el sentimiento de simpatía es, en Mill, la base del sentimiento moral, aunque no se identifique con él. (10) Este sentimiento de simpatía, del que habla Donner, es para Semmel un profundo impulso, que está asociado con el placer. Por eso, es posible que toda acción tenga como finalidad buscar la satisfacción de ese sentimiento placentero de simpatía. De este modo, se consigue que la virtud se asocie indisolublemente a la simpatía -el obrar virtuoso sea para nosotros algo simpático, fuente de placer-, entonces será posible que practicar la virtud y evitar el vicio se convierten en un "fin en sí mismo". (11) 4. Consecuencias sociales de la virtud Algunos estudiosos del pensamiento milliano han visto que la concepción educativa de Mill puede llevar a una eliminación de la libertad. Consideran que, si todos los ciudadanos han de ser educados según la virtud, habría que obligar a cada persona a vivir de un determinado modo, lo cual coartaría su libertad. Según Semmel la cuestión crítica de Mill fue precisamente la de compaginar virtud y libertad, en concreto ¿cómo establecer un régimen de virtud para todos que al mismo tiempo, ensanche y proteja la libertad individual?. (12) En cualquier caso, sea o no una cuestión capital en Mill, parece claro, por sus críticas a la sociedad comercial, que consideraba el ejercicio de la virtud y el consecuente perfeccionamiento humano, como una forma de ampliar el horizonte de los individuos, lo cual posibilita comprometerse en empresas heroicas. Por esto, más bien ocurriría que, para Mill, a través de la virtud se preserva la libertad de acción, ya que el hombre virtuoso es el que, de hecho, puede aspirar a fines más altos, porque es más libre, o sea, más independiente de los intereses particulares. Esta independencia de lo privado es lo que, a los ojos de Mill, permite el paso de lo particular a lo general, es decir, a lo que es interés de todos, al bien social. Solamente el hombre virtuoso, o sea, el que ha dejado de lado su propio interés para cultivar la virtud, es capaz de trabajar en la mejora de la sociedad, de fomentar la mayor felicidad para el mayor número de personas. Por eso, Mill pensaba que llegaría un momento en que todos los trabajadores y empleados se asociarían libremente, a causa de un propósito común que aunará los intereses de cada uno. Pero esto sólo se lograría, si se ejercita desinteresadamente la virtud, lo cual es la única forma de librarnos de esa "prematura tendencia a dejarse inducir por los intereses privados en las cuestiones sociales". (13) Ahora bien, este paso milliano de lo privado a lo social a través del desinterés generado por la búsqueda correcta de la virtud, presenta no pequeñas dificultades. Hemos dicho que la acción buena es la que busca como último fin el sentimiento placentero al que hemos asociado la virtud. Surge, entonces, el problema de saber si tal acción es realmente desinteresada, pues parece que lo que busca es el placer particular del sujeto que la realiza. Es más, a la postre, parece que el virtuoso ha de buscar el bien social y, por tanto, poner la virtud como medio para la felicidad del mayor número de ciudadanos. En una palabra, tenemos la paradoja de que hay que buscar la virtud por sí misma y simultáneamente ponerla como medio de la propia y de la ajena felicidad. Strasser comenta esa paradoja, afirmando que el utilitarismo admite la virtud como fin en sí mismo, precisamente porque es lo que más ayuda a conseguir la felicidad general. (14) Me parece claro que, para Mill, la virtud es fin en sí misma, o sea, hay que buscarla desinteresadamente, sin miras a un fin ulterior; pero, al mismo tiempo, esa es la única forma de salvaguardar el interés general, o sea, que la virtud es el único medio para lograr la felicidad de la mayoría. Ese es, pues, el problema: ¿cómo entender que la virtud sea al mismo tiempo útil, es decir, medio para incrementar la felicidad del mayor número y simultáneamente sea buscada por sí misma? 5. Conclusiones Hemos señalado que Mill no ofrece una definición de virtud, ni un estudio general de ella. Se limita a la discusión de algunos problemas que le interesan. En concreto, su exposición de la virtud podemos centrarla en dos puntos: cómo se adquiere y qué función social y personal tiene. Ambos aspectos están entrelazados, pues la adquisición de la virtud requiere una búsqueda desinteresada de ella y, al mismo tiempo, exige que se la asocie al placer, lo cual hace que se convierta en fin último de la acción personal y social y, simultáneamente, que sea el medio más eficaz para lograr la felicidad propia y la social. De este modo, la virtud se constituye en Mill como el instrumento útil para aunar los intereses particulares y generales. Me parece que este tratamiento paradójico de la virtud, se debe a que Mill no se preocupó por clarificar los conceptos de interés y utilidad. En la tradición clásica, se distinguió entre el interés por el bien materiales y, en general, mundano, y el interés por el bien moral, entendido como el perfeccionamiento del individuo en cuanto hombre. En el primer caso, cabe hablar de una utilidad o de bien útil: ordenar un medio a un fin material. En el segundo, no hay un bien útil, no hay un bien-para, sino un bien en cuanto tal, un bien en sí. Según esta distinción, es claro que la virtud no es un bien útil: no se ordena a enriquecerse o a conseguir el poder o... Y, por eso, la virtud no le interesa (interés en el primero de los sentido) a quien su única preocupación sea enriquecerse o conseguir el máximo de placer sexual. La virtud, por el contrario, es un bien en sí, que interesa máximamente (en el segundo sentido de interés) a quien quiera perfeccionarse como personal racional, a quien quiera ser éticamente bueno. En mi opinión, Mill no consiguió discernir claramente los dos sentidos de interés, ni perfilar suficientemente el concepto de utilidad en oposición al de bien en sí. Por eso, considera que, si actuamos conforme a la virtud, es porque esperamos que otros hagan lo mismo y así conseguiremos una sociedad mejor. E igualmente considera que la virtud es útil para la buena marcha de la sociedad y para su felicidad. Me parece que, por la falta de claridad mencionada, el planteamiento milliano traiciona la esencia de la virtud. Ciertamente la virtud ayuda al progreso y al orden social, pero nunca se la puede subordinar como medio a tal finalidad, pues eso destruye la misma virtud. En efecto, la virtud es consiste en el perfeccionamiento del individuo en cuanto tal, y no en un medio para la felicidad de los demás. A pesar de estas imprecisiones de Mill, me parece que su crítica a la sociedad comercial es muy acertada. La denuncia de la carencia de intereses espirituales, que dificulta el ejercicio de la virtud, es uno de sus mejores aciertos. El individuo que busca como fin prioritario los bienes materiales se ciega ante los intereses que está más allá de ellos. Por eso, creo que Mill acierta no sólo al señalar la correlación que existe entre aspiración exorbitada a bienes materiales y la carencia de virtud, sino especialmente al subrayar que no se puede conseguir a la virtud, si no hay aspiraciones altas de cultivo personal. |
Notes (1) Stuart Mill, J., "Civilización" (1836), Collected Works (18), pp. 129, 133-130. (Obras completas, edición de la Universidad de Toronto. (2) A Mill le preocupaba las dificultades que pone la democracia para establecer un régimen de virtud. No veía en la democracia un lugar idóneo para estimular e incrementar la virtud: la tendencia al igualitarismo y la progresiva pérdida de la individualidad era un peligro que había que evitar. (3) Stuart Mill, J., Autobiography and Literary Essays, ed.J.M. Robson, University of Toronto Press, 1981. p.114. Parece que Mill tomó este mito como base para su ideal social. El mito de Hércules representa ya en pensamiento estoico los esfuerzos de los virtuosos por alcanzar el control de ellos mismos y esforzarse en una sociedad devota del bien común. (4) Stuart Mill, J., Utilitarianism , vol. X, op. cit., p. 77 (5) Stuart Mill,J., Utilitarianism , p. 78. "virtue, according to the Utilitarian doctrine, is not naturally and originally part of the end, but it is capable of becoming so; and in those who love it desinterestedly it has become so, and is desired and cherished, not as a means to happines, but as a part of their happines" (6) Stuart Mill,J., Utilitarianism , p. 78. (7) Stuart Mill,J., Utilitarianism, p. 79. (8) Cfr. Carlisle,J., John Stuart Mill and the writing of character, The University of Georgia 1991, p. 165."Because Mill conceives that virtue is communicated by feelings, not reason, he uses the kind of language that calls into question this associationist principles: the "love of virtue"is "caught by inspiration or sympathy"" (9) Cfr. Semmel, B., J.S.Mill and the Pursuit of virtue, Yale University Press 1984 p. 88 (10) Cfr. Donner,W., The Liberal self, J.Stuart Mill's moral and Political philosophy, Cornell University Press 1991, p.117. " To produce a desire for virtue in someone, we have only to arrange things so that person comes to think of it as pleasurable because it has been associated with pleasure(...) the feeling of sympathy is the basis of moral feeling but it is not identical with it". (11) Cfr. Semmel,B., op. cit., p. 89. " The virtuous man shrinks from vice not because he has carefully deliberated its consequences but because of a deep impulse, that is, by a feeling (call it an association if you think of it) which has no ulterior end." (12) Cfr. Semmel,B., op. cit., p. 83. "Was it feasible to establish a regime of virtue -not only for an elite but for all- and still to preserve and even enlarge the sphere of individual liberty? this was to be a critical question for Mill" (13) Semmel,B., op. cit. La tradución es mia. (14) Strasser, M., The moral philosophy of J. Stuart Mill, Longwood Academic, Wakefield, New Hampshire 1991. "Utilitarians would approve of this, because that state of mind is "most conducive to the general happiness"". |